En mi pasada visita a la hermosa isla de Cuba, tuve el privilegio de conocer a José Antonio Casimiro (Casimiro en adelante), un agricultor que practica la agroecología y permacultura y pude visitar su granja. Mis amigos de la estación de Pastos y Forrajes de Sancti Spiritus de Cuba tuvieron la maravillosa idea de llevarme a conocer a Casimiro. Casimiro lo recibe a uno con una enorme sonrisa dispuesto a contar muchas de sus experiencias desde que decidió irse a vivir al campo, para hacer producir una parte de las tierras que eran de su padre, pero de una forma diferente, totalmente en armonía con el medio. No fue algo de un día para otro, le llevó años transformar su finca y afinar el sistema agrícola que hoy en día maneja. Pero especialmente llama la atención un aspecto que Casimiro recuerda constantemente, que su proyecto no es sólo suyo, es el proyecto de su familia. Su visión lo integra todo, suelo, agua, plantas, animales, microorganismos, vivienda, tecnología, y FAMILIA.
Casimiro es un agricultor que dignifica su oficio. El común de la gente en la ciudad piensa que los agricultores, ganaderos, campesinos, etc., son un gremio de gente poco inteligente que no «sirvió para otra cosa». Casimiro no tiene formación profesional pero es un inventor natural, que pone su mente inquieta al servicio de su trabajo. Una de las pruebas más evidentes de ello es que posee una patente sobre un apero que inventó para el cultivo de fríjol (Phaseolus vulgaris). Pero nada más llegar, nos muestra su nueva cocina y horno, un diseño propio basado en ideas anteriores pero en las que él hace importantes modificaciones que hacen más eficiente la cocción de los alimentos y evacuación de humos. El mismo, junto con su familia, ha construido bloque a bloque cada estancia de su finca, y en cada una, hay una huella de su inteligencia reflejada en una mejora, una adaptación, una nueva utilización. Casimiro es feliz ofreciendo a los demás su conocimiento, tanto como aplicándolo para el bienestar propio. Evidencia de esto es que es realmente difícil interrumpirlo cuando esta explicando cada detalle de su sistema, porque justamente no tiene problema en compartirlo, es algo que se ve le hace feliz.
Debo reconocer que en un momento de la visita yo quería que me hablara del valor de la agrobiodiversidad en un sistema 100% agroecológico como el suyo en una pregunta que le hice (ver el vídeo abajo). Y el no tuvo problema en responderme, pero sus respuestas al final, sobre este tema u otros, siempre terminaban en su visión integral del sistema, del todo y cómo su familia se integra en ese todo, donde todo (valga la redundancia) está relacionado. Sinceramente, nunca antes me había planteado lo importante que es la unidad familiar para que un sistema agrícola, totalmente sostenible, sea también exitoso. Casimiro no sólo ha logrado que su esposa e hijos hayan preferido la vida en el campo respecto a la del pueblo o la ciudad, sino que también ha convencido a sus nueras y yernos. Todos viven y trabajan para el sistema, si bien algunos de sus hijos han compatibilizado esto con otras actividades como el arte o hacer un doctorado. Gratamente sorprendente. Y no es que falte en su casa esos avances tecnológicos que muchos consideramos los causantes de la pérdida cultural de nuestra sociedad o la causa de que los jóvenes no se interesen por la vida en el campo: televisor, teléfono, informática. Esto me hace volver al trillado concepto que reza que un avance tecnológico no es malo en sí mismo, el «pecado» está en cómo lo utilizamos.
Después de oír a Casimiro, de ver a su familia trabajando con él, de ver como su sistema agroecológico y de permacultura le da para comer perfectamente a toda la familia y le permite desarrollar su creatividad e inventiva, creo que el tema de la agrobiodiversidad en un sistema tan sostenible como el de Casimiro es más una consecuencia o un resultado que un medio. Casimiro va incorporando casi de manera progresiva e imperceptible todos los recursos genéticos que su sistema va requiriendo, pero también lo trabaja desde la adaptación de los hábitos alimentarios propios y de su familia, algo que él reconoce como una labor dura pero que con el tiempo le ha dado muchas alegrías. Su familia está mejor nutrida y su dieta es más rica que la de cualquier familia en cualquier ciudad.
Espero en un futuro no muy lejano tener la valentía y dar el primer paso en la dirección que tomó Casimiro, convertirme en verdadero agricultor, intentar la autosuficiencia y dejar de ejercer tantos impactos negativos en el ambiente. Les dejo con el material audiovisual:
José Antonio Casimiro sobre la diversidad:
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Imágenes de la visita:

Con Casimiro, parte de su familia (base de su sistema) y Emigdio, investgador del Instituto de Pastos y Forrajes

Diversas especies frutales y variedades que Casimiro mantiene alrededor de la finca. Resalta la escasa incidencia de plagas y enfermedades a pesar de la densidad y de no aplicar ningún producto agroquímico.

Casimiro construye cada habitáculo de su finca con sus propias manos e introduce innovaciones constantemente. En su cocina tiene una estufa y horno altamente eficientes (diseños mejorados por él) que funcionan por biogás.

Este es el diseño optimizado por Casimiro para las habitaciones de su finca. Evacuan eficientemente el calor y recoge las aguas lluvias.

En este sistema todo sirve, nada se desperdicia. En la integralidad de la visión de Casimiro todo organismo tiene un papel que cumplir.
Vídeos de Radio Sancti Spiritus (Carlos Rafael Diéguez)
Por una agroecología sustentable:
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Sobre el papel de la mujer en el campo:
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Los bueyes de Casimiro
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